domingo, 1 de marzo de 2009

¿Quién es Muhamad ( que la paz, las bendiciones y la misericoridia de Alah sean con él) ?


Bismi Alah Arahmani Arahim



La Enciclopedia Británica confirma...
«... Incontables datos, procedentes de las primeras fuentes, demuestran que era un hombre honesto, honrado y que se había ganado el respeto y la lealtad de otros hombres igualmente honestos y honrados» (vol. 12).


BERNARD SHAW, refiriéndose a él, declara: «Se tendría que haber llamado El Salvador de la Humanidad. Creo que si un hombre como él asumiese la dirección del mundo moderno, resolvería con éxito sus problemas, trayendo las tan necesarias paz y tranquilidad.» (The Genuine Islam, Singapur, vol. 1, número 8, 1936).

«Fue, con mucho, el hombre más extraordinario que pisó este mundo. Predicó una religión, fundó un estado, erigió una nación, instauró un código moral, inició numerosas reformas políticas y sociales, estableció una sociedad fuerte y dinámica que practicó y dio a conocer sus enseñanzas y revolucionó completamente el mundo del pensamiento y el comportamiento humanos para todos los años venideros».

«SU NOMBRE ES MUHAMMAD» La Paz de Dios sea con El

Nacido en Arabia en el año 570 d. C., a la edad de cuarenta años comenzó su misión, predicando la religión de la Verdad, el Islam (culto a un Dios Único), y abandonó este mundo cuando contaba sesenta y tres años.

Durante este corto periodo de tiempo de veintitrés años como profeta transformó la Península Arábiga en su totalidad: del paganismo y la idolatría al culto a un Único Dios, de las disputas y guerras tribales a la solidaridad y la cohesión nacionales, de la embriaguez y el libertinaje a la sobriedad y la piedad, del desorden y la anarquía a la vida disciplinada, de la más absoluta quiebra moral a las normas sublimes de moralidad. Jamás la historia de la humanidad, ni antes ni después, ha conocido una transformación tan completa de un pueblo o lugar. Y todos estos increíbles prodigios se produjeron en tan SOLO DOS DÉCADAS.

Lamartine, historiador de fama mundial, declara refiriéndose a las maravillas fundamentales de la Grandeza Humana:
«Si la grandeza de intenciones, la escasez de medios y los resultados asombrosos son los tres criterios del genio humano, ¿quién podría osar comparar a un gran hombre de la historia moderna con Muhammad? Los hombres más famosos sólo crearon armas, leyes e imperios. Instauraron, si lo hicieron alguna vez, potencias materiales que a menudo se derrumbaban ante sus propios ojos. Este hombre movilizó no sólo ejércitos, legislaciones, imperios, pueblos y dinastías, sino millones de hombres procedentes de un tercio del mundo habitado.... Su indulgencia en la victoria, su ambición, dedicada enteramente a un ideal y no a erigir un imperio; sus infinitas oraciones, sus conversaciones místicas con Dios, su muerte y su triunfo sobre la muerte; todo ello da fe no de una falacia, sino de la firme convicción que le proporcionó la fuerza para restaurar un dogma. Un dogma que era doble: la unicidad de Dios y Su inmaterialidad; el primero habla de lo que Dios es, el segundo de lo que no es. El primero derroca los falsos dioses, el segundo formula una idea con las palabras.
Filósofo, orador, apóstol, legislador, guerrero, conquistador de ideas, restaurador de dogmas racionales, del culto sin ¡conos, fundador de veinte imperios terrenales y un imperio espiritual: ese es Muhammad, que la paz de Alah ese con él.

Independientemente de las normas que se apliquen para evaluar la Grandeza Humana, podemos preguntar: ¿Existe algún hombre más grande que él? (Lamartine, Historie de la Turquie, París, 1854, vol. 11, págs. 276-277).

El mundo ha contado con grandes personalidades, pero han sido personajes parciales que destacaban en uno o dos campos, tales como el pensamiento religioso o el liderazgo militar. Las vidas y enseñanzas de estas grandes personalidades se desvanecen en la neblina del tiempo. Existen tantas especulaciones sobre las fechas y lugares de sus nacimientos, sus modos y estilos de vida, la naturaleza y contenido de sus enseñanzas y el grado y alcance de sus éxitos o fracasos, que resulta imposible, para la humanidad, reconstruir con exactitud sus vidas y enseñanzas.
No ocurre lo mismo con este hombre. Son tantos los logros que Muhammad (la paz de Alah sea con él) obtuvo en los campos del pensamiento y del comportamiento humanos, que su resplandor permanece sin mácula en la historia de la humanidad. Cada dato de su vida privada y de sus alocuciones públicas ha sido documentado con toda exactitud y conservado fielmente hasta nuestros días. La autenticidad de los archivos conservados ha sido confirmada no sólo por los seguidores de Muhammad, que la paz de Alah este con él, sino por sus mismos detractores.

Muhammad (la paz de Alah sea con él) fue maestro de la religión, reformador social, guía moral, coloso administrativo, amigo fiel, marido devoto, padre amoroso: todo en uno. Ningún otro hombre en la historia le supera o iguala en estos diferentes aspectos de la vida; pero únicamente a la personalidad desinteresada de Muhammad (la paz de Alah sea con él) correspondía alcanzar tan increíbles perfecciones.

Mahatma Gandhi, refiriéndose a la persona de Muhammad (La Paz de Alah sea con él) declara en Young India:
«Deseaba conocer lo mejor de aquel que conserva hoy una influencia indiscutible sobre los corazones de millones de hombres...
Cuando cerré el segundo volumen (de la biografía del profeta), lamenté no poder seguir leyendo sobre su excepcional vida».

Thomas Carlyle en su Héroes and Heroworship, se muestra sencillamente asombrado de «cómo un solo hombre, sin ayuda alguna, pudo convertir en menos de dos décadas tribus enemigas y beduinos nómadas en la nación más poderosa y civilizada».

Diwan Chand Sharma escribió: «Muhammad era la personificación de la bondad, y todos los que le rodeaban sentían su influencia y no la olvidaban» (D. C. Sharma, The Prophets of the East, Calcuta, 1935, pág. 12).

Edward Gibbon y Simon Ockely, refiriéndose a la expresión de fe en el Islam, escribieron: «Creo en un Dios Unico y en Muhammad, Enviado de Dios»; es la sencilla e invariable profesión de la fe islámica.

«La imagen intelectual de Dios jamás ha sido degradada por ídolo visible alguno; el honor del profeta nunca transgredió la medida de las virtudes humanas; y sus preceptos de vida han confinado la gratitud de sus discípulos a los límites de la razón y la religión» (History of the Saracen Empires, Londres, 1987, pág. 54).

Muhammad (la paz de Alah sea con él) no era ni más ni menos que un ser humano. Pero fue un hombre con una noble misión, que consistía en aunar a la humanidad en el culto a Dios Uno Y Único, y enseñarla a vivir honesta y honradamente cumpliendo los preceptos de Dios. Muhammad siempre se describió a si mismo como «Un Siervo y Enviado de Dios», y eso, ciertamente, era lo que proclamaba cada uno de sus actos.

Refiriéndose al aspecto de la igualdad ante Dios en el Islam, la famosa poetisa de la India, Sarojini Naidu, declara: «Fue la primera religión que predicó y practicó la democracia; la democracia del Islam se materializa cinco veces al día, cuando al escuchar la llamada a la oración en la mezquita, los oradores se reúnen, donde reyes y campesinos se arrodillan juntos y proclaman: "Sólo Dios es el Supremo".»

«Una y otra vez me ha sorprendido esta unidad indivisible del Islam que instintivamente hace de cada hombre un hermano» (S. Naidu: «Ideals of Islam», véase Speaches & Writings, Madras, 1981, pág. 169).

Según palabras del catedrático Hurgronje, «la Liga de Naciones, fundada por el profeta del Islam, estableció el principio de la unidad internacional y la fraternidad humana sobre conceptos tan universales que mostraban el camino a otras naciones». Y continúa: «La realidad es que ninguna nación del mundo muestra paralelismo con lo que el Islam ha hecho por la consecución de la idea de la Liga de Naciones.»

El mundo no ha dudado en erigir en divinidades a personas cuyas vidas y misiones se han perdido en la leyenda. Históricamente hablando, ninguna de estas personas logró una mínima parte de lo que Muhammad (la paz de Alah sea con él) alcanzó. Y todo su esfuerzo tuvo como único objeto aunar a la humanidad en el culto a un Único Dios fundamentándose en códigos morales.

Michael H. Hart, que publicó un libro en el que clasifica a los hombres que contribuyeron al bienestar y perfeccionamiento de la humanidad, escribió: «Mi elección a la hora de elaborar la relación de las personas más influyentes del mundo puede sorprender a algunos lectores, y puede ser cuestionada por otros, pero él fue el único hombre de la historia que alcanzó el éxito absoluto tanto a nivel religioso como secular.» (M. H. Hart, The 100:A rankingon the rnost influentíalpersons in the History, Nueva York, 1978, pág. 33.
Hoy, tras catorce siglos, la vida y enseñanzas de Muhammad (la paz de Alah sea con él) han sobrevivido sin la más mínima merma, modificación o interpolación. Ofrecen la misma esperanza imperecedera para el tratamiento de muchas enfermedades actuales de la humanidad que ofrecían en vida del profeta. Y esto no es algo que declaren los discípulos de Muhammad (la paz de Alah sea con él), sino la inevitable conclusión impuesta por la historia crítica e imparcial.

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